22 de febrero de 2010

¿Música o negocio?



Ha llegado a mi correo este artículo, y me he visto en la obligación de colocarlo en la tortilla de patata. No tiene desperdicio.

"Queridos Rosario Flores, Tamara, Alejandro Sanz, David Demaría, Antonio Carmona, Chenoa, Ramoncín... y un largo etcétera de hipócritas autodenominados "músicos" vividores al amparo de la SGAE :

Lo que llamáis vosotros "piratería" y que se corresponde más bien a una especie de "contrabando de música", se da cuando una o varias personas se lucra personalmente, sin pagar derechos de autor ni impuestos, valiéndose del trabajo de otros.

Las personas que descargamos música de internet para escucharla en nuestro ordenador, en nuestro iPod o en nuestro coche no somos piratas, ni contrabandistas de nada. No nos lucramos con vuestro trabajo, aunque no paguemos la media de 18-21 euros que cuestan vuestros CDs de mierda con 10-13 canciones (salvo en recopilatorios). Lo que sí hacemos desde hace tiempo es pagar una de las conexiones de banda ancha más caras que hay en territorio occidental y el puñetero canon por cada CD virgen que compramos, lo usemos para grabar música o no.

Y ahora os voy a contar la vida de un músico de los de verdad:
"Érase una vez un chico llamado Pablo. El papá de Pablo era tenor profesional en un coro profesional, de modo que nació en un ambiente muy musical. A los cinco años empezó a estudiar solfeo con su padre. Como el papá de Pablo vio que tenía maña con el solfeo, lo matriculó en el Conservatorio Profesional de Música a los siete años. El instrumento que eligió Pablo fue el piano.

La carrera de piano, desde el grado elemental hasta la finalización del grado superior, dura una media de quince años.

Quince años de compaginar la educación primaria, y posteriormente la secundaria, con las clases en el conservatorio. Quince años de salir de un centro de estudios para meterse en otro. Quince años de terminar de hacer los deberes y estudiar para los exámenes a medianoche. Quince años de acostumbrarse a dormir seis horas. Quince años de tocar el piano de dos a tres horas cada día. Quince años de tener que renunciar a salidas a la discoteca, excursiones al campo o noches de parranda por tener el doble de responsabilidades que un chaval normal. Quince años de muchos fines de semana en casa preparándose las obras, estudiándose las partituras. Quince años de trabajo intenso, entrega, compromiso, dedicación y sacrificio.

Con todo eso, Pablo obtuvo el graduado superior de piano a los veintitrés años. Ya había estado dando recitales en escuelas, talleres de piano, casas culturales de pueblos de su región, etc. Los periódicos locales hablaban maravillas de su virtuosismo. Y comenzaron a pagarle por sus clases en los cursos de verano y por sus conciertos de música en auditorios un poco más importantes.. Y reunió el dinero suficiente para irse al Real Conservatorio de la Haya durante un año a estudiar con los mejores. Porque en este desgraciado país es lo que tiene que hacer un músico de los de verdad si quiere dedicarse a la música de la de verdad: salir fuera a buscar a los mejores.

Volvió a los veintiocho años, después de un año yendo de masterclass en masterclass. Y gracias a su tesón y su talento, obtuvo contratos para actuar por Europa. Tardó otro año más en comenzar a dar conciertos en las grandes salas de música de Alemania, Francia, Italia... Y a los treinta años actuó por primera vez en Estados Unidos y Canadá.

Su esfuerzo constante, su trabajo diario, su formación, su entrega, su amor por la música, le llevó a ser uno de los más grandes. Y vivió de su piano durante toda su vida porque se tomó cada concierto de la misma manera que el primer recital que dio a los veinte años frente a su conservatorio."

Los Pablos que hay por el mundo, y son muchos, se indignan cuando salís vosotros, musicuchos de pacotilla, reclamando dinero por la música como algo vuestro. Los Pablos no se manifiestan con pancartas si no para reclamar fondos para sus conservatorios, becas para sus estudios, para que no sea necesario abandonar su país, su familia y amigos para poder granjearse un futuro profesional digno. Los Pablos que terminan viviendo de la música les importa un carajo si el CD en el que grabaron el Concierto nº 1 de Tchaikovsky cuesta en las tiendas un 50% menos de lo que vale la última mierda de El Canto del Loco.

Porque esos Pablos no viven de las ventas de los discos en donde graban las grandes obras de la historia de la música, de la música de la de verdad. Esos Pablos viven de los conciertos con que deleitan a los aficionados que pagan una entrada para sentirlos en directo.
No como vosotros, panda de necios. Menos quejarse y más currarse los directos. Mirad como no está entre vosotros Manolo García. Ni los que en verdad se toman la música en serio.

Que os den a todos...."

4 comentarios:

  1. Muy bien dicho! Es una pena lo que pasa en este país... y lo triste es que los muchos Pablos de los que hablas, se tienen que forjar una carrera (a base de mucho sacrificio, como tú muy bien explicas) en el extranjero, porque en este país poco se valoran a los artistas de verdad, además de que hay un monopolio montado en el mundo de la música que da asco... el talento de verdad se valora mucho más fuera que en casa, y éso ya es triste y patético!

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  2. Me resulta curioso que el autor de ese texto incluya a ese Manolo García entre los que se toman la música en serio.

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  3. Si como dices la definición de "piratería" se da cuando una o varias personas se lucra personalmente, sin pagar derechos de autor ni impuestos, valiéndose del trabajo de otros, entonces pasa en la SGAE como en Somalia: los verdaderos piratas son los que llaman piratas a los demás.

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  4. Hay muchas y muy variadas formas de hacer música. Pero resulta un poco extraño hacerse a la idea de que una sonata para laúd de Leopoldo Weiss, interpretada, digamos, por Moreno o por Barto... tenga algún parentesco con esas cosas que suenan unos meses y luego se pierden para siempre en el olvido. Menos mal que luego llega la televisión y nos recuerda muy a menudo aquellos maravillosos éxitos de la canción recalcitrante. Pues sí, me cuesta ver en el mismo gremio a Bach y a Manolo Escobar... que quieres que te diga. Eso sí, hoy recuerdo como el mejor momento de mi vida, aquellos domingos en que me levantaba A LAS SIETE DE LA MAÑANA, para ver, escuchar, y sentir a Baremboin maravillándome con las sonatas de Beethoven.
    Ya lo decía aquel anuncio televisivo de Les Luthiers "cultura para todos: en su horario habitual de las tres de la madrugada".

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