28 de septiembre de 2009

25 de septiembre de 2009

Telemierda



El hecho de que el contenido de la programación televisiva actual sea un problema gravísimo y sin solución alguna es mucho más que evidente. Pero la cuestión es más preocupante aún si nos planteamos hacia dónde nos dirigimos y cuál es el camino que nos queda todavía por padecer. De todos es sabido que están a la orden del día programas en los que la manipulación informativa, el nulo respeto a la intimidad de las personas y la conversión de los problemas y miserias humanas en espectáculo son denominador común. Gentuza que no ha hecho nada en la vida, sino solamente disponer de diez minutos de gloria por razones completamente ajenas al mérito personal y/o profesional, invaden nuestro hogar a diario presentandonos la aberración humana como modelo a seguir gracias a la apuesta firme de todas las cadenas televisivas por el lenguaje soez, las peleas sin sentido en lugar por el diálogo, el menosprecio del periodismo, la confusión de la información y de la opinión y la basura barata al fin de atraer a la audiencia y obtener a cambio el máximo beneficio con el mínimo gasto posible. Las “artimañas” para lograrlo son innumerables pero, por si fuera poco, todo está infectado de publicidad asquerosa, invitaciones a enviar sms para robar al espectador desde su propio sofá, teléfonos de línea 800, sorteos irreales y un sin fin de astucias que no solamente son capaces de desinhibir el sentido crítico del televidente más exigente sino que además de alimentar su necesidad de ver más y más porquería.

Si cogemos un gusano asqueroso de la tierra y lo arrojamos al mar, seguramente llegará un pez y se lo comerá. Pero, ¿quién es el verdadero causante o culpable de que el pez se coma el gusano: El pez -que pasaba por allí-, el gusano, o quien lo lanza al mar a ver qué pesca?

Telebasura es demasiado dúctil. ¡Esto es TELEMIERDA!

16 de septiembre de 2009

¿Copa o vaso? (13)



Para retomar la sección “copa o vaso” después del paréntesis veraniego, he escogido este fragmento de Haendel para dedicárselo a Esperanza Aguirre y lo utilice como modelo en pro de su defensa por la concesión a los profesores de “autoridad pública”. Estoy seguro de que si tanto el defensor del pueblo como los sindicatos toman consciencia de lo que significa ser profesor de violín a jornada completa -independientemente de las vacaciones de que disponga el docente- deberían adjudicarle a éste, por lo menos, un par de psiquiatras especializados y con dedicación exclusiva además de la consiguiente concesión de autoridad, pero no para defenderse mental y psíquicamente, sino para poder hacer uso literal de la violencia mediante un ataque directo a la yugular del ejecutante, sin concesiones.

El primer ejemplo es lo más parecido a la realidad que he encontrado, y si bien es cierto que es necesario hacer uso de la reverberación acústica para soportar la música, es porque su calidad en este caso tampoco da para mucho más.




Pero el siguiente ejemplo delata lo que quería explicar al principio. Un niño, inocente e impertérrito ante la cámara, pone en peligro, no solamente la autoridad del maestro -que aún no le ha sido concedida- sino la mismísima integridad su correcto comportamiento neuronal!!!




Aunque cuando es simplemente un niño el causante de dicho estropicio, es todo más justificable. Pero cuando quien debiera estar pensando en pasar sus vacaciones en Benidorm o en poner al día sus documentos de testamentaría coge un instrumento, habría de tener más precaución y pensárselo dos veces antes de colgarlo en la red a modo de ejemplo. En el siguiente video se puede ver claramente como el santo que posa tras del ejecutante se está mordiendo literalmente las uñas. No es para menos…

8 de septiembre de 2009

La vida misma



Qué maravilla, llega la vuelta al cole y, por supuesto, todo lo que ello conlleva tras de sí. Los profesores por fin podemos ver de nuevo a los alumnos a quien tanto hemos echado de menos durante el verano y por supuesto saludar a los compañeros, darnos besos y abrazos entre todos como si no nos hubiésemos visto en dos décadas, preguntar “¿Qué tal las vacaciones?” - “Muy bien, gracias ¿y tú?” - “Yo también, fenomenal” - “pues no te veo muy moreno” – “ya es que ha hecho muy bueno…”, y así un raudal infinito de conversaciones variadas llenas de sensaciones indescriptibles. Y los padres, acostumbrados a estar las 24 horas con sus hijos, sufren ahora en un sin vivir. La casa vacía, sin griterío, se les cae literalmente encima, los minutos se convierten en horas y las horas se hacen eternas sin las criaturas, mientras aprovechan los últimos días antes de comenzar a trabajar paseando por el Corte Inglés, leyendo el periódico en la cafetería o haciendo Aquafitness para distraer su atención a fin de que el tiempo transcurra lo más las rápido posible y llegue el momento en el que el abuelo vaya a buscar a los niños al cole para que la abuela les dé de comer en su casa. Eso sí,
¡Los abuelos lo hacen porque ellos quieren!…