
El hecho de que el contenido de la programación televisiva actual sea un problema gravísimo y sin solución alguna es mucho más que evidente. Pero la cuestión es más preocupante aún si nos planteamos hacia dónde nos dirigimos y cuál es el camino que nos queda todavía por padecer. De todos es sabido que están a la orden del día programas en los que la manipulación informativa, el nulo respeto a la intimidad de las personas y la conversión de los problemas y miserias humanas en espectáculo son denominador común. Gentuza que no ha hecho nada en la vida, sino solamente disponer de diez minutos de gloria por razones completamente ajenas al mérito personal y/o profesional, invaden nuestro hogar a diario presentandonos la aberración humana como modelo a seguir gracias a la apuesta firme de todas las cadenas televisivas por el lenguaje soez, las peleas sin sentido en lugar por el diálogo, el menosprecio del periodismo, la confusión de la información y de la opinión y la basura barata al fin de atraer a la audiencia y obtener a cambio el máximo beneficio con el mínimo gasto posible. Las “artimañas” para lograrlo son innumerables pero, por si fuera poco, todo está infectado de publicidad asquerosa, invitaciones a enviar sms para robar al espectador desde su propio sofá, teléfonos de línea 800, sorteos irreales y un sin fin de astucias que no solamente son capaces de desinhibir el sentido crítico del televidente más exigente sino que además de alimentar su necesidad de ver más y más porquería.
Si cogemos un gusano asqueroso de la tierra y lo arrojamos al mar, seguramente llegará un pez y se lo comerá. Pero, ¿quién es el verdadero causante o culpable de que el pez se coma el gusano: El pez -que pasaba por allí-, el gusano, o quien lo lanza al mar a ver qué pesca?
Telebasura es demasiado dúctil. ¡Esto es TELEMIERDA!